Zona de Confort: ¿Seguridad o Estancamiento?
Todos nos hemos concienciado en algún momento de nuestras vidas realizar un cambio sustancial o parcial en nuestros comportamientos, metas y propósitos. Hablar y pensar detenidamente sobre los cambios es sencillo, pero hacerlos realidad supone todo un reto y sacrificio. A menudo establecemos proposiciones congruentes y coherentes en las que ponemos toda la ilusión y las ganas para incorporar nuevos hábitos y actitudes en nuestro día a día. Queremos cambiar, y estamos dispuestos a realizar las tareas y los esfuerzos necesarios para lograr el objetivo que perseguimos. Pero pese a que reconocemos el beneficio que produce en nosotros la nueva actitud adoptada, la duración de nuestra intención parece diluirse con el tiempo, debido a la comodidad que nos proporcionan la costumbre y la rutina que siempre hemos llevado a cabo.
¿Qué se interpone en el deseo de cambio y la realidad de nuestras acciones?
La zona de confort es la que frena nuestras expectativas de cambio, nuestras intenciones y deseos se ven mermadas por ella. Esta zona entorpece nuestro desarrollo y crecimiento, ya que imposibilita a la persona a mirar más allá del ámbito rutinario en el que vive, creando un falso espacio de comodidad que dificulta la visión de nuevas metas que puedan complementar nuestra realidad y hacerla más viva, rica y próspera. Muchos de nosotros hemos elaborado a comienzos de año una serie de propósitos, promesas y compromisos como ir al gimnasio, comer más sano, dejar de fumar; otras veces hemos asistido a seminarios en los cuáles hemos captado con total nitidez el mensaje que se nos ha dado, y hemos anotado con ilusión los nuevos hábitos y modos de actuar que debemos incorporar a nuestro plan de actuación. Pero llegado el momento de la verdad, el instante cumbre de tomar la decisión y emprender con coraje la acción, la rutina cobra más vida que nunca y se apodera de nosotros, difuminando nuestras intenciones y olvidándolas después para seguir actuando como si el afán de cambio nunca se hubiese producido en nosotros.
¿Qué nos empuja a convertir nuestros deseos en frustraciones?
Los hábitos que interiorizamos y anclamos en nosotros influyen de sobremanera en el modo en que entendemos la realidad y emitimos juicios de la misma. Por lo tanto, si nuestros hábitos y rutinas limitan nuestro espectro de la realidad, será más complicado que nuestro plan de actuación hacia el cambio se produzca. No hallaremos las fuerzas necesarias, ni la decisión para continuar adelante con una visión sesgada y limitadora acerca de lo que la realidad nos puede ofrecer.
¿Qué debemos hacer para salir de esa zona de confort y poder ampliar los horizontes y expectativas?
Debemos perder el miedo a iniciar un proceso nuevo que conlleve esfuerzo, dedicación y tiempo. Muchas veces tenemos miedo a implicarnos en algo que desconocemos, porque pensamos que no seremos capaces de aprender los recursos necesarios en orden a satisfacer las expectativas que nos hemos propuesto. Incorporar nuevos hábitos implica dejar de utilizar los anteriores. Si queremos escuchar, tendremos que dejar hablar. El reto reside en cambiar el patrón de conducta que creíamos incuestionable e invertir las creencias sobre las que se apoya nuestro comportamiento.
Os voy a dar siete pasos prácticos para lograr los objetivos propuestos:
1. Clarifica tu objetivo y hazlo atractivo: Por ejemplo, «Quiero adelgazar porque de esta manera contribuiré a mi propio bienestar». Es importante que lo enunciemos de forma positiva. Conseguir que te atraiga, no que tengas que empujarte a ti mismo para llegar a él.
2. Visualiza el resultado: Imagínate la sensación y la emoción de estar delgado, sumérgete en la experiencia. Cuanto más clara sea tu visión, mucho mejor, pues te servirá de guía en el proceso.
3. Reflexiona sobre tu comportamiento actual y las creencias y experiencias que lo sustentan ¿Qué consecuencias tienen esas creencias? ¿Por qué creencias las sustituimos?
4. Traza un plan de acción: Márcate objetivos a corto plazo y hazlos de manera que te motiven a emprender el plan.
5. Pon en práctica el plan: La acción es el único método que te garantiza el éxito, y para eso hay que tener decisión y convicción.
6. Analiza los resultados obtenidos: Como te has sentido, que ha funcionado y que no, y ajusta tu plan para que sea más efectivo.
7. Ten paciencia y no desesperes. Comentar tú plan a otras personas, te compromete más con el objetivo.
«La vida pagará cualquier precio que tú le pidas» No forjes limitaciones, forja expectativas y nuevos horizontes. 😉
Me alegro que te haya gustado el enfoque aquí propuesto! Efectivamente es difícil ponernos manos a la obra cuando se trata de cambiar un patrón de conducta arraigado en nosotros. Por eso, las ganas y la ilusión por cambiar ayudan pero no son determinantes para anclar el cambio y el comportamiento nuevo que queremos adoptar. Hacen falta buenas herramientas y recursos que ayuden a enfocar la tarea, resolver conflictos internos que nos puedan hacer dudar, y tener una visión clara y atractiva del objetivo que queremos perseguir y conseguir, visualizándolo tantas veces como sea posible y sintiendo la dicha que derivará de obtenerlo. Lo que está claro es que poseemos el potencial necesario para realizar cualquier tipo de cambio, somos inmensamente poderosos, debemos ser consistentes y persistentes esa es la clave del éxito! Un fuerte abrazo!
Absolutamente de acuerdo con el post.
Como mucha gente,actualmente estoy en un proceso de cambio personal y autodesarrollo y son muchas las ocasiones en las que noto que mis metas «van perdiendo fuelle»;fruto de unamala conceptualización o barreras autoimpuestas.
¡Gracias por el post!
Un saludo
Helená